Archivo de la etiqueta: bikepolo

Crónica de un Ciclodía Atípico

Por Lucas Pace – Ciclismo Urbano

Como cada domingo de principio de mes aquellos empedernidos adictos a su inseparable dos ruedas esperamos ansiosos por la congregación más grande de ciclistas con la que cuenta nuestra ciudad. Para algunos estudiosos hablar de masa crítica es hacer referencia a la cantidad de materia que se necesita para producir una desintegración nuclear, incluso encontramos argumentos en la sociología la cual afirma que la masa crítica es una coincidencia ínfima de personas para que un fenómeno “X” se lleve acabo. Hasta los amantes de las computadoras tienen a este dúo dinámico para caracterizar una de las etapas de vida del software. Masa Crítica para muchas otras personas no parece representar más que un pedazo de materia uniforme en estado delicado. Pero para los amantes de las bicicletas, es simplemente una cita obligada, una excusa perfecta, el motivo ideal para pasar un rato entre amigos, olvidarse de la rutina, al compás de las buenas vibras, y el conmovedor sonido de un vehículo siendo impulsado por la tracción a sangre.

El 4 de marzo del 2012 arrancó para mí como cada domingo, con el sol ya en su pico más alto, heridas múltiples de una trasnoche rociada con vapores etílicos, la boca -fiel a su estilo- siendo una gruta de arena, una maraña de pequeños latidos en mi sien consecuencia de esos tres últimos juramentos incumplidos –imposible rendirse a un último trago-, y el zumbido en los oídos producto de un DJ generoso. Para algunos el domingo es el séptimo día, para otros el primero de la semana, para este humilde narrador, a pesar de desenfundar en cada oportunidad la palabra libertad, es el sometimiento a una esclavitud por demás de conocida, pero necesaria.

Tras una comida rápida, más bien fresca, medio litro de agua, debido a la trepada incesante del termómetro, nos encaminamos junto con dos buenos amigos, también compañeros de polo, y por supuesto nuestra fiel locomoción, al punto de encuentro; los Silos Davis.

Cualquier persona que ha tenido el privilegio de participar de tan plácida congregación, seguramente se ha encontrado en más de una oportunidad y previo al momento de arribo, suspirando frases de la siguiente índole; “ojala sea el primero en llegar” dirá el diligente, el cual prefiere llegar en soledad antes que sacrificar su podio por esperar a algún camarada rezagado, o “seguramente hoy no va nadie, con este calor” lanzará el desesperanzado amigo de los vasos medios vacíos, incluso el infaltable “por favor espero que no se vayan” arrojará desesperado el ferviente rival del padre tiempo. Esta y muchas otras virtudes conforman las múltiples tonalidades que perfuman a un grupo que ve a la bicicleta como una extensión de su cuerpo, una filosofía, un estilo de vida.

Habiendo llegado al punto de encuentro, las risas, los saludos, los abrazos no se hicieron esperar. Incluso el intercambio de consejos mecánicos, algún que otro gemido de asombro y cálidas palmeadas en la espalda para felicitar al osado que recortó su manubrio para la práctica de bicipolo.

La jornada ameritaba intensidad, la gente se agolpaba en la medida que los minutos corrían y las ganas de pedalear aterciopelaban la atmósfera. Al igual que en la dulce espera, la ansiedad se hacía irresistible aunque la lógica sometía a la paciencia. Cumpliendo con la prórroga, el numeroso grupo se dispuso a emprender el recorrido, el cual fue trazado minutos antes de dar la voz de aprontamiento, y que tuvo como objetivo los principales parques de la ciudad. Con una línea de partida imaginaria, la horda sedienta de aventura partió en busca de la merecida satisfacción.

No hace falta recurrir a una sociedad primer mundista para observar destellos de democracia, orden, organización, compañerismo, caballerosidad, ingenio, respeto y adaptación. Basta con toparse con un grupo de personas montadas sobre sus convicciones, individuos que apuestan a la inercia para mantener el equilibrio, cuidando en todo momento la espalda del compañero con la misma cautela con que cuidan de la suya, marchando en línea recta y hacia delante con la noción constante que si ellos caen, el grupo se abatiría junto a él; ninguna escuela instruye con tanta distinción el instinto de supervivencia. Ciclismo será siempre sinónimo de progreso.

Cada convocatoria apuesta a la prosperidad, ante la obviedad que siempre existirán días que predominen sobre otros, proponiendo en cada cita una autosuperación, que aunque muchos escépticos se rehúsen a dilucidarlas, será siempre el trofeo con el que premiarán al final de cada Masa. Un nuevo día, un nuevo episodio. No hay historias malas qué contar, simplemente nuevas enseñanzas. No intento engrandecer al grupo, aunque no caigo del asombro ante la inexistencia de un galardón que fomente las individualidades, sino la gratificación de haber llegado los mismos que partieron, otra de las virtudes que componen a este bloque.

Como cronista de turno, me veo obligado a hacerlos partícipes de los hechos que tuvieron lugar el 4 de marzo y que se extenderían hasta la madrugada del lunes 5. No puedo evitar expresar que dichas aventuras quedarán plasmadas hasta el último de mis suspiros en el hemisferio de los recuerdos. Tras casi 20 kilómetros de recorrido, tres parques, varias avenidas, innumerables calles, la multitud encontró refugio a la sombra de una fila de árboles que abrazaban con ahínco el borde de una de las fuentes del parque Urquiza, más precisamente aquella que yace a escasos metros de la cúpula del planetario. Algunos arremangándose los pantalones, quitando sus zapatos, otros mojándose sólo las mejillas, o humedeciendo sus cabellos, tras una jornada candente, poco importó la turbidez del agua para disminuir el calor agobiante. Claro que nadie se aventuró a una zambullida completa como sí lo hicieron unos infantes, que dicho sea de paso, para ese entonces menudo espectáculo brindaban para los protagonistas y algunos traseúntes. El retorno fue un tanto más agilizado, puesto que al tomar la calle que desemboca directamente en el Monumento a la Bandera, no hizo falta siquiera ejercer presión sobre el sistema pedalier ya que el nivel de inclinación anestesió a la fatiga. Lindo y coqueto, así se mostró el colectivo de múltiples ciclistas desplegado por toda Avenida Belgrano saboreando con intensidad los bocinazos de los automovilistas, muchos en apoyo, algunos repudiando en vano la movida; los exasperados de siempre.

Habiéndome incorporado hace unas escasas semanas al círculo de polistas sobre ruedas más importante de Rosario, la Masa Crítica coincidía con el entrenamiento de Camorra Bike Polo, una institución consolidada desde hace años, pero que ha logrado aumentar considerablemente sus adeptos durante el 2011. A pesar de querer completar el trayecto estipulado, al corroborar el reloj no tuve más remedio que tomar una de las desembocaduras y procurar llegar con el mayor margen de tiempo a otra de las citas que también entonó mi fin de semana.

Pasadas las 18.30 comezaron a llegar a la Plaza de la Cooperación, conocida también como plaza del Che, muchos de los agentes que constituyen la entidad; camorreros y camorreras, ensillando sus “mulas”, esgrimiendo sus tacos con orgullo, y deseándose prosperidad en cada jugada –goles son amores-, se aglomeraron como es habitual en una de las tribunas, fundidos en un collage de cascos, herramientas, bicicletas y ánimos de competencia. Un lujo para los curiosos.

La contienda tuvo lugar hasta las 20 horas, reñida como de costumbre, con sus inconfundibles roces y sus picardías loables, pero como todo deporte de caballero y dama refinada, la sangre sólo se derrama dentro del campo de batalla. Más tarde el ya característico tercer tiempo, único cicatrizante efectivo, antídoto repelente de pasiones desprovistas de puntualidad, algunos tilándolo también como visceralidades a destiempo. Cada cerveza sabrá a gloria, y sí, qué mejor manera para soldar los vínculos que el delicado néctar derivado de la malta. Camorra entiende la terminología de hermandad, la celebra y la elogia con una velada hasta entrada la madrugada. Mi corazón se inunda de regocijo al percatarme que los mismo 20 que finalizaron el entranamiento permanecen aún de pie, debatiendo enérgicamente, aportando hasta sus últimas monedas para hacer más abultada la vaquita y que el porrón siga su cauce. Menuda forma de recibir al lunes que asomaba tímidamente sus primeros minutos, pero el enjambre no se inmuta, continúa con su ritual extendiéndose hasta una competencia de pedaleo en retroceso. Sí, acá también hablamos la lengua del piñon fijo. Aún se desconoce el ganador.

Si bien cada suceso extraordinario tiene un final presuroso, tres disertantes de la veintena, yo incluído, aún sedientos y con aires de continuar siéndoles indiferentes al comienzo de la semana, optamos por extender la jornada en un conocido pub cervecero, ubicado en calle Salta y Avenida Francia. Al llegar y aparcar nuestras mulas, bien aferradas entre sí y en un lugar visible, pedimos una jarra de, para ese entonces, algo asemejado a la cerveza, que si bien se veía e incluso olía como tal, la cuota desmedida de lúpulo previa había atontado nuestros paladares. Compartiendo dos platos de comida, y agradeciendo el maravilloso gesto del cocinero quien se apiadó de nuestros estómagos rugientes a pesar de haber cerrado la cocina, sirvieron para devolvernos la sonrisa de hombres satisfechos.

Claro que si nuestras andanzas hubiesen terminado en la barra de una taberna, jamás me hubiese tomado el atrevimiento de extender mi relato. Ya con las persianas bajas y con el dueño sentado en el alfeizar de la puerta, nos propusimos una “night ride”, o bicicleteada nocturna -para aquellos reacios a los anglicismos-, para intentar de alguna forma disminuir los decibeles y oxigenar el plasma. A escasas cuadras del Paraná, decidimos finalizar nuestro capítulo con el río y el horizonte de testigos, junto con alguna estrella juguetona guiñándonos dulcemente desde la inmensidad.

Encontramos el sitio ideal bajo un árbol deshojado, justo sobre un drenaje pluvial natural, casi pudimos pensar simultáneamente que la Madre Naturaleza lo había esculpido para que estos padawans polistas descansáramos nuestros cuerpos y le diéramos un fogonazo adicional imaginativo a nuestras mentes. El aluvión de estrellas que se abrió en el firmamento ante nosotros, sirvió no solo para recomponer nuestra cordura, sino para desatar una de las charlas más profundas a las que inconsientemente fui invitado. El debate no se hizo esperar, la risa, fiel compañera y protagonista indiscutible durante todo nuestra celebración, acalambraba nuestros músculos faciales hasta el punto que debíamos masajearlos para librarlos de la tensión. Compenetrados pero a la vez distendidos, apenas reparamos en que por alguna razón un tanto absurda, uno de los tres participantes, y esta vez tengo que admitir que no fui yo, revoleó su taco de polo hasta la entrañas del acantilado. Tomándonos un momento, claro no sin antes aminorar las palpitaciones producto de las risotadas, establecimos que el incidente se debió al movimiento sistemático que realiza cualquier extremidad del cuerpo –en este caso el brazo sujetando el palo- al momento de entablar vínculo con el razonamiento. Vale decir que el individuo al haber estado sumido en la concentración de aparentar no estar embebido, disparando ráfagas de conversación y con el esfuerzo inminente que representa continuar el hilo de la charla, no notó que la fuerza ejercida sobre sus movimientos propulsaría el elemento más allá de su alcance. Si me preguntan, tampoco entiendo cómo fue a parar tan lejos.

Si hay algo que debemos admitir es que al ser humano le cuesta mucho reponerse de una ruptura amorosa, pero mucho más aún, verse obligado a renunciar a su taco -ni mencionar si fue por un error de cálculo-. No hace falta hacer las matemáticas, no existe en el mundo uno igual a otro. Seguramente fue éste el slogan que impulso al individuo a tomar una linterna, y comenzar una caminata de varios minutos para dar con una escalera que lo lleve al pie del risco. Si el ciclismo equivale a progreso, esta actitud seguramente denotará hasta los confines del tiempo valentía, perseverancia, tenacidad y constancia.

Exactamente 20 minutos trascendieron hasta lograr dislumbrar en la lejanía, un pequeño punto brillante moviéndose a paso de hombre. Definitivamente tenía que ser él. Guiándose con la pequeña linterna que al ser engullida por la maleza parecía perder aún más tamaño, más por instinto que por sensatez, esquivando todo tipo de alimañas y objetos cortantes, el individuo debió atravesar una distancia de 80 metros tomándose unos 15 minutos para lograrlo. Al encontrarse en línea recta desde donde nos hallábamos, y desde donde había partido la parábola trazada por el objeto pero unos 10 metros más abajo, el aventurero se dispuso a escalar cuesta arriba la prominencia del barranco, prácticamente a ciegas y sin saber dónde realmente buscar. Difícil se me hace relatar con exactitud la escena, una especia de arte contemporáneo tridimensional, rodeado de naturaleza muerta, un haz de luz que se sobresaltaba con cada movimiento extraño entre los matorrales, sumado a gritos de dolor del sujeto, y carcajadas que bajaban desde la cima. Tras unos instantes de silencio, empecinándonos en oír noticias desde el frente, un alarido de victoria hizo revolotear a una familia de quirópteros que esperaban ansiosos, agazapados por algún desafortunado invertebrado desprevenido que se topara con ellos. La noche ya pintaba para la inmortalidad.

Tras otros 25 minutos de espera –en esta oportunidad el trayecto se hizo más ágil producto del reconocimiento del terreno- apareció el temerario enarbolando su botín más preciado. Algunas magulladuras, un pequeño cojeo, y las ropas algo rasgadas, consecuencia de una hazaña memorable, que por supuesto iba a tener recompensa, desquitándose con un picado polista en medio de la avenida de la costanera.

Claro que la jornada desafortunadamente logró dar con su desenlace a las 4:30 de la mañana, no sin antes y tras un severo peloteo, cobrarse una rueda descentrada, una palanca de freno, una luz de advertencia y un golpe en el brazo de uno de los competidores.

Existirán siempre corresponsales de la desidia, amantes de las superficialidades procurando incansablemente reemplazarlas con la mayor de las tenacidades para que su efecto narcótico no se disipe abruptamente.

También habrá quienes vean pasar la vida ante sus narices, despidiéndose de sus años sin haber experimentado, innovado, compartido, sin siquiera haber soñado;

Cómo negarse a la calidez de una voz de aliento, a una cachetada despabilante en el momento más oportuno, a la desazón de seguir avanzando para apalear al agotamiento, cómo negarse al áspero aunque adictivo sabor de la adrenalina que desorbita nuestros corazones y nos llena de vida.

Si hay algo que provoca en mí gratitud, es que a pesar de que prevalezcan aquellos que rigen un mundo corroído por el odio y la indiferencia, también existen esos que están para combatirlos, con amor, dedicación y buenas ideas. Orgulloso les digo que quienes me acompañaron desde el punto de partida hasta mi último trago de cerveza, son aquellos guerreros por los que vale la pena arriesgarse.

Que el temor a arriesgarse no los desaliente,  caerse de la bicicleta duele, pero más dolería no tener oportunidad de experimentarlo. Y uno nunca sabe, a lo mejor este puede ser tu ciclodía atípico.

2da BICIFIESTA

La segunda BICIFIESTA Rosarina del 2011 ha tenido un éxito rotundo. Desde este lugar, donde lo único que hacemos es invitarlos, y llevar mucha buena onda. Queremos agradecerles, con la misma emoción que nos produciría ver a un automovilista elegir la bici antes que su maquina,  a tod@s  los participantes porque a este evento lo creamos entre todos. Porque la BICIFIESTA no es un lugar, no es un bici, no es una música, somos los que participamos y proponemos.
Con la luna llena iluminandonos, hubo música, bailes, Bikepolo y mucho color.
Aprovechamos esta oportunidad para reiterar la invitación que hicieron los chicos de bikepolo, a participar del 2º Torneo Hardcourt Bike Polo Rosario


Y si por cualquier motivo no pudiste venir porque te quedaste viendo una peli en casa, porque laburabas, o porque alguna otra circunstancia de la dimensión desconocida te retenía. Te dejamos el video aportado por Marcelo de Ciclistas Unidos acerca del evento. Para que digas: «ahí estoy yo!» o para que se lo muestres a un amig@ y le digas: «mirá lo que hice el finde, vamos a la de diciembre?»